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Tiberio Claudio, Pierre de Fermat, Otto von Bismarck, Nicéforo II, Louis Leakey, Jacqueline Kennedy, Juan Sebastián Elcano, Eva Perón, James Cook, Juana de Arco, Jomo Kenyatta, Jacqueline Auriol, Fernando de Magallenes, Eisenhower.
El corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer.
Mariano José de Larra (1809 - 1837), periodista y escritor español.
Creen en Dios solo porque ignoran que hace mucho tiempo que Dios ha dejado de creer en ellos.
Creo que la vida es un paréntesis entre dos nadas. Soy un ateo. Creo en un dios personal, el cual es la consciencia, y eso a lo que tenemos que rendir cuentas cada día.
Mario Benedetti (1920 - 2009), escritor uruguayo.
Cuando creí que iba a perder la razón ante tanto sufrimiento, descubrí que un ser humano no puede vivir sin creer.
No soy un ateo, un ateo es también creyente. Cree que Dios no existe, ¿no es cierto? Soy un agnóstico, más bien, si es que soy algo. Alguien que se declara perplejo, incapaz de creer que Dios exista o que Dios no exista.
Mario Vargas Llosa (1936 - ), escritor peruano, nacionalizado español, Nobel en 2010.
El paraíso lo prefiero por el clima; el infierno por la compañía.
Mark Twain (1835 - 1910), escritor y humorista estadounidense.
Si yo hubiera creído en un Dios de recompensas y castigos, puede que hubiera perdido el ánimo en las batallas.
Marlene Dietrich (1901 - 1992), cantante y actriz alemana nacionalizada estadounidense.
La fe es una relación viva con lo creído, una relación viva que abraza la vida entera o, de lo contrario, es irreal.
Martin Buber (1878 - 1965), filósofo, teólogo y escritor judío austríaco e israelí.
La fe debe sofocar toda razón, sentido común y entendimiento.
Todo hombre debe hacer dos cosas solo; debe hacer su propia creencia y su propia muerte...
Martin Luther (1483 - 1546), teólogo alemán líder de la Reforma protestante.
Ver no es siempre creer.
Martin Luther King, (1929 - 1968), pastor activista de los derechos civiles de los afroamericanos.
Es vil superstición. Y así, la meta de los valientes se convierte en vaivén de necios; la noble ambición de personas elevadas, en juguete de esas liebres domesticadas.
Mary Shelley (1793 - 1851), escritora británica.